miércoles, 19 de enero de 2011

Sin título, I

Actualmente, una de las cosas más infravaloradas que existen es la amistad. Las múltiples redes sociales han hecho mella en nuestra sociedad, tenemos cientos de amigos en ellas, amigos para salir de fiesta, para estudiar, para ir de compras, para ver una película... gente que te felicita por tu cumpleaños pero con la que no has intercambiado más de dos palabras en toda tu vida, que se pueden pasar largos ratos cotilleando tu perfil pero que luego te ven por la calle y ni te saludan. ¿A quién le interesa contar con gente así? A mí no, desde luego. Poca gente puede afirmar que cuenta con amigos de verdad, al menos que cumplen mi definición de amigo. De esos, en caso de que los tengas, los cuentas con los dedos de una mano.

Estos amigos son aquellas personas que te aguantan cuando estás insufrible, que no se rinden y te apoyan en tus máximas depresiones, pero con los que tú quieres compartir los momentos de máxima felicidad. Que no sólo aceptan tus máximas perversiones y rarezas, sino que les encantan. Que puedes pasarte hablando horas y horas y nunca estar sin tema de conversación, con los que cada momento que pasas te sientes a gusto y confiado, que sabes que hagas lo que hagas o pase el tiempo que pase sin hablar siempre los tendrás ahí y nunca se marcharán de tu lado.

Personalmente, sólo conozco a tres personas que cumplen semejantes características y me parecen suficientes. Me da igual que os conozca desde hace 16 años o desde hace 6 meses, me da igual si alguien nos critica por pasar demasiado tiempo juntos, por parecernos mucho o por cualquier tontería del estilo, me da igual que estemos 3 días sin hablarnos siempre que luego nos pongamos rápidamente al día de todo, me da igual que vivamos a 600 km de distancia, a mí lo único que me importa es saber que los tengo ahí y que vosotros sepáis que me tenéis a mí.

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