sábado, 21 de mayo de 2011

Do not say stupidities!

Algunas noches, aquellas en las que he tenido un día emocional, hormonal, estresante… me gusta desconectarme del mundo exterior y encerrarme en el mío. Normalmente, me pongo  a ver una película. Ya sea ésta de aventuras, dramática, romántica, adolescente o bélica, yo siempre acabo encontrando (o inventándome) alguna similitud con mi vida. Ahí es donde empiezo a imaginarme mi vida como si fuera una película. Ésta empieza mostrándome a mí misma como la típica rarita de instituto que de repente encuentra su amor juvenil y no puede creer que lo le está pasando es real. Plof. Llega la universidad y sigue siendo una película en la que no hay ni estudios ni preocupaciones, de hecho esta etapa se resume en sexo, amor y alcohol. Plof. Un resumen de mis veranos aparece, en ellos sólo se ve a un grupo de chicas yendo de playa en playa, de chico en chico y de fiesta en fiesta, o sea una prolongación de la estapa universitaria. Plof. De repente estoy en el camino entre 20 y 30, tengo un trabajo maravilloso que me obliga a viajar por las mejores ciudades del mundo conociendo y descubriendo, tal vez esta sea la única parte de la película que de verdad me gustaría que se cumpliese al 100%. Plof. Paso los 30 y mi vida se ha estabilizado. Aunque, un momento ¿qué es eso? NO! No puede ser verdad… ¡Una boda! Una ceremonia en un barco, en uno de los sitios más hermosos del mundo entero. La caldera de Santorini durante la puesta de sol. Tú, él y 10 amigos. Plof. Todo te va bien, vives en Barcelona y a simple vista la gente podría considerar que tu vida está rozando la perfección. Y es justo en ese momento cuando te das cuenta de que esa película sólo se está proyectando en tu cabeza, y lo más interesante  de todo no te convence o incluso te desagrada parte de lo que estás viendo. 

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